Cuando la temperatura supera los 25 °C, el cuerpo eleva su frecuencia cardíaca y el sistema cardiovascular trabaja más para mantener una temperatura interna estable.
Esto incrementa el gasto energético y acelera la fatiga.
Efectos fisiológicos:
Disminución del rendimiento aeróbico.
Pérdida de electrolitos por sudoración excesiva.
Aumento del riesgo de calambres y deshidratación.
Recomendaciones:
Ingerir entre 400 ml y 600 ml de agua 1 hora antes del partido.
Usar indumentaria técnica que favorezca la ventilación.
Incorporar pausas cortas de hidratación durante el juego.
El agua reduce la fricción entre la superficie y el guayo, afectando la estabilidad y el control del balón.
Además, el peso adicional del uniforme mojado incrementa el gasto muscular en sprints y cambios de dirección.
Efectos tácticos y físicos:
Menor precisión en pases largos.
Mayor exigencia en la fuerza de contacto.
Incremento del riesgo de deslizamientos y esguinces.
Recomendaciones:
Utilizar guayos con tacos de goma media o profunda (AG o SG).
Practicar desplazamientos cortos y control de balón a ras del piso.
Realizar ejercicios de propiocepción para mejorar el equilibrio.
A más de 2.600 m sobre el nivel del mar, el aire contiene menos oxígeno, lo que reduce la saturación arterial y afecta la capacidad aeróbica.
Esto provoca una caída en el rendimiento sostenido y exige una mayor adaptación fisiológica.
Efectos fisiológicos:
Aumento de la frecuencia respiratoria.
Sensación de cansancio precoz.
Menor eficiencia en la recuperación post esfuerzo.
Recomendaciones:
Calentamiento prolongado (15 min) con ejercicios progresivos.
Trabajo aeróbico regular para mejorar la capacidad pulmonar.
Ropa térmica para mantener la temperatura corporal estable.
El viento puede modificar la trayectoria del balón, especialmente en pases aéreos o tiros largos.
También altera la percepción de temperatura corporal y la sensación de esfuerzo.
Efectos en el juego:
Pérdida de precisión en despejes o tiros de media distancia.
Dificultad para mantener la posesión en zonas abiertas.
Mayor desgaste en transiciones largas.
Recomendaciones:
Mantener el balón al ras del piso.
Reforzar la comunicación entre líneas.
Adaptar la intensidad del juego al sentido del viento.
El rendimiento en el minifútbol en Bogotá no depende únicamente de la técnica o la táctica.
El clima, la altura y las condiciones ambientales son variables que modifican la fisiología y el comportamiento colectivo del equipo.
Adaptar la hidratación, el calentamiento y la estrategia de juego a cada entorno es lo que diferencia a un equipo amateur de uno verdaderamente competitivo.

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Lo importante no es cuántos sean en la cancha, sino disfrutar, competir y seguir creciendo en cada partido.
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